Es frecuente leer un texto argumentativo en el que no reconocemos la conclusión. Esto sucede porque el autor la considera obvia y por ello no la escribe. En ocasiones la expresa indirectamente en forma de exclamación o pregunta, sin embargo, para reconocerla es necesario basarse en lo que se dice en las premisas.

En el siguiente ejemplo se puede ver un argumento en el que la conclusión se debe interpretar a partir de lo dicho por las premisas:
Cuando Luis va a la escuela siempre juega con sus amigos, sin embargo, ya lleva una semana que no juega con ellos.
Premisa 1: Luis juega con sus amigos en la escuela
Premisa 2: Luis no ha jugado con sus amigos en una semana
Conclusión implícita: Luis no ha ido a la escuela durante una semana