
Para hacer crecer nuestro conocimiento necesitamos buscar ideas en el acervo de la humanidad entera. En el ámbito académico a este acervo se le conoce como fuentes de información.
De acuerdo con Pedro Olea Franco, hay dos grandes grupos que forman nuestro material de consulta: los que se originan primera mano (surgen a partir de nuestra intervención directa) y los de segunda mano, aquellos que son resultado de la intervención de otro.
Sería ingenuo aceptar todo lo que se dice en Internet o en los documentos impresos. Para poder usar un texto como fuente de información en nuestros trabajos, es necesario hacer primero una valoración de su confiabilidad, sabiendo que no existen textos cien por ciento neutros, siempre hay una intención o un respaldo que no nos satisfará del todo.