La degradación de los ecosistemas terrestres conlleva consecuencias que impactan gravemente a nuestro planeta. La subsistencia del ser humano depende en gran medida del equilibrio de los ecosistemas, pues desde el agua que bebemos, hasta el aire que respiramos dependen de éstos1.
La actividad humana ha influido en el deterioro de los ecosistemas y en la pérdida de la biodiversidad que allí habita, hasta el punto en el que se han traspasado los límites de resistencia de nuestro planeta para recuperarse de las perturbaciones que hemos causado y poder regresar a un estado de equilibrio2.
Foto de: Sponchia, link Pixabay.
México es uno de los países megadiversos del mundo, lo que significa que tiene por lo menos 5,000 especies endémicas de plantas, y una gran diversidad de especies, y de ecosistemas3 y desafortunadamente, también es uno de los países en los que existen especies en peligro de extinción, y que han perdido alrededor de 6.3 millones de hectáreas de bosques y selvas 4.
Por ello, resulta esencial emprender medidas para restaurar el equilibrio de los ecosistemas que han sido alterados por la actividad humana y también prevenir su deterioro para lograr el desarrollo sostenible no solo a nivel local, sino global. Así, la Organización de las Naciones Unidas (ONU), a través del Objetivo de Desarrollo Sostenible 15 propone gestionar sosteniblemente los bosques, luchar contra la desertificación, detener e invertir la degradación de las tierras, y detener la pérdida de biodiversidad5.