Las economías del ex bloque socialista. Europa del Este

Tras el desmoronamiento de la Unión Soviética, las nuevas repúblicas en Europa del Este se enfrentaron a un proceso de apertura gradual al comercio internacional, lo cual repercutió en factores como el ingreso, los índices de empleo y la inflación.

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Las economías del ex bloque socialista. Europa del Este

El bloque socialista, quiénes lo conformaban y en qué consistía su economía.

El bloque socialista, quiénes lo conformaban y en qué consistía su economía.

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División Administrativa de la Unión Soviética, 1989, Colección de mapas de la Universidad de Texas (1989). insert_link Wikimedia Commons.

En materia económica, en los primeros años de la URSS, Vladimir Illich Uliánov (Lenin) intentó establecer una especie de capitalismo de estado bajo el nombre de “Nueva Política Económica” (NEP), que iría paralelo a la planificación centralizada a través de lo que llamó “planes quinquenales”. Sin embargo, a la muerte de Lenin en 1924, la NEP fue desechada y en cambió se fortalecieron los controles centrales para la planificación de la economía. El sucesor de Lenin, Stalin además implementó una serie de estrategias para acelerar la industrialización del país a un ritmo que dejó sorprendidos a propios y extraños. Tales estrategias, fueron, entre otras los trabajos forzados y el mantenimiento de estándares de vida al mínimo, éstas permitieron que para el término de la Segunda Guerra Mundial la URSS fuera reconocida como una potencia mundial. Y mantuvo ese sitio durante las siguientes cuatro décadas, alimentando el conflicto conocido como Guerra Fría, contra la potencia Estadounidense. Al término de la Segunda Guerra Mundial varios países de Europa del Este se sumaron al bloque soviético, manteniendo una administración relativamente autónoma aunque supeditada a las decisión del Partido Comunista de la Unión Soviética. Tal fue el caso de: Alemania Oriental, Rumania, Hungría, Polonia y Checoslovaquia, y sólo durante un tiempo Yugoslavia (hasta 1948) y Albania (hasta 1960). Poco tiempo después del triunfo de la Revolución Cubana en 1959, el régimen de Fidel Castro también establecería una estrecha dependencia con el gigante rojo.

Sin embargo, para la década de 1970 comenzó a ser evidente que el desarrollo soviético comenzaba a estancarse, además de ser notorio que el énfasis dado por la economía de la URSS al sector industrial, había causado un gran rezago en el desarrollo de bienes de consumo inmediato (ropa, zapatos, artículos para el hogar) así como en el sector agrícola. Lo anterior hizo necesaria la importación de tales bienes, causando un creciente desequilibrio en la económica, no obstante los crecientes ingresos derivados de la industria petrolera. Esta situación era inversa al despunte que en la industria del consumo y los medios de comunicación había tenido lugar en Estados Unidos, Inglaterra y Francia, y tuvo un impacto importante en la percepción que los habitantes más jóvenes de las Repúblicas soviéticas tenían sobre sus estándares de vida, sumando a las inconformidades generadas también por los tintes autoritarios del sistema político.

En 1985, Mijail Gorbachov alcanzaría el puesto más alto en la URSS al ser Secretario General del Partido Comunista. Desde esa posición implementó algunas medidas modernizadoras para tratar de conducir al gigante rojo a adaptarse al cambiante entorno occidental, conocidas como Perestroika y Glasnost. La Perestroika proponía la gradual apertura de la economía soviética a un modelo de economía de mercado, como el de Occidente. Por su parte, la glasnost implicaba nuevas políticas en torno al control de la información y la libertad de expresión. No obstante, las medidas resultaron insuficientes, el estancamiento económico prevaleció, y el desencuentro de Gorbachov con otros líderes del partido se acentuó, mientras que otras personalidades políticas cobraron fuerza, especialmente Boris Yeltsin, entonces presidente de la Federación Rusa, la más grande de las Repúblicas Soviéticas. El declive de la relación entre Gorbachov y el resto de la élite política condujo a que en agosto de 1991, un grupo de altos mandos diera un golpe de estado contra éste. Tan sólo unos meses después, en diciembre de 1991, las quince Repúblicas Soviéticas, incluyendo la Federación Rusa, ya habían declarado su independencia del régimen soviético, con lo que terminó la existencia del gigante rojo e inició una etapa de transición.

La transición: “terapia de choque” y otras formas de modificar el modelo económico.

Una vez diluida la URSS, las antiguas repúblicas soviéticas constituyeron la llamada Confederación de Estados Independientes (CEI). Sin embargo, cada una de las antiguas repúblicas soviéticas se enfrentó a la redefinición de su administración política y económica, que hasta entonces había estado articulada a la planificación centralizada desde Moscú. El entorno internacional de principios de la década de 1990 les demandaba integrarse a la economía de mercado, en un contexto donde la misma acentuaba su proceso de globalización.

Algunas de las nuevas repúblicas, adoptaron lo que algunos economistas denominan “terapia de choque” con medidas como la liberalización de precios, la privatización de las empresas estatales, y una serie de estrategias encaminadas a la integración acelerada de la economía en el mercado internacional. Lo anterior implicó también una estrecha colaboración entre los nuevos gobiernos e instancias económicas internacionales como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional. Sería Rusia, la que de manera más evidente implementara la “terapia de choque” en su modelo económico durante los gobiernos de Boris Yeltsin, instrumentada en su primera etapa por el economista Yegor Gaidar.

No obstante, los resultados de tales medidas no fueron los esperados. Por una parte, hubo un importante descenso del Producto Interno Bruto (PIB), y los índices de crecimiento anual rondaban el 2 o 3 %. Además, la privatización de las principales industrias estatales (petróleo, gas y minería) y la apertura a la entrada de capital extranjero, tampoco tuvieron resultados positivos. Tales industrias, que quedaron en manos de la antigua élite burocrática se convirtieron en espacios de notoria corrupción y desvío de recursos, a lo que contribuyó tanto la ausencia de una cultura empresarial así como de instituciones que regularan adecuadamente su funcionamiento. Por otro lado, los índices de empleo e ingreso tuvieron un descenso importante, lo que causó notoria inconformidad entre la población, surgiendo presión suficiente para que tras pocos años, Gaidar como responsable de la “terapia de choque” tuviera que dimitir. Para 1998, la recesión económica se reflejaba en un índice inflacionario de 84.4%, una caída en el ingreso real de la población de 16.3%, mismo que el año siguiente alcanzó el 25.6%, lo que supuso que cerca de 38% de la población obtuvo ingresos que quedaban por debajo de la línea de subsistencia (datos de Gutiérrez Cid, 2009).

Además de estas desalentadoras cifras, resultaba evidente que en Rusia la relevancia del sector energético, heredada del modelo económico soviético prevalecía. La llegada al poder de Vladimir Putin en el año 2000, trajo consigo una serie de ajustes a las medidas tomadas por la “terapia de choque”, mismas que ayudaron a estabilizar y desarrollar la industria y la economía rusa (aunque los efectos positivos para la población aún van a paso lento). Estas modificaciones han consistido en un nuevo fortalecimiento del Estado como rector económico tanto en términos comerciales como en políticas salariales, la renovación de infraestructura industrial, y el aprovechamiento de la coyuntura internacional donde los precios del petróleo incrementaron. Con ello, Rusia se ha convertido en un país cuya economía emergente lidera las expectativas de desarrollo económico, junto con las economías de Brasil, India, China y Sudáfrica, que en su conjunto son señalados como países “BRICS”.

Una experiencia distinta fue la experimentada por la República de Estonia. Situada en la frontera norte de la antigua URSS, en las costas del Mar Báltico. Durante los años en que formó parte de la Unión Soviética, la economía y el empleo en Estonia giraban en torno a la actividad agrícola a escala industrial, misma que era llevada a cabo con maquinarias subsidiadas por el Estado, y cuyos productos estaban destinados al mercado doméstico, sobre todo para el consumo en otras de las repúblicas soviéticas, especialmente Rusia. Sin embargo, la llegada de la Perestroika, la apertura al libre comercio, así como el desmantelamiento de la URSS y por lo tanto de su economía planificada transformaron también la estructura de Estonia. Los investigadores Markus Vetemaa, Redik Eschbaum y Toomas Saat (2006) refieren que una vez obtenida la independencia en 1991, la economía de Estonia enfrentó importantes cambios. Para empezar implementaron su propia moneda, la Corona Estonia (Kroon), que utilizaron desde 1992 hasta su sustitución en 2011 por el Euro. A su vez, la desarticulación del aparato económico soviético implicó un drástico descenso en la producción agrícola, pues perdió el apoyo de infraestructura de Moscú, lo cual incrementó el costo de la producción. A eso se sumó que con la liberalización del mercado, los productos de la región perdieran sus clientes cautivos quienes pudieron acceder a productos occidentales de menor precio. Lo anterior resultó en el desempleo de muchas de las personas que se dedicaban hasta entonces a la actividad agrícola. En el renglón industrial y administrativo las cosas no fueron mejor en los primeros años, pues la gran mayoría de las empresas locales dependían de la administración, subsidios y planes soviéticos, por lo que muchas de ellas quebraron. Pese al oscuro escenario, la República de Estonia, encontró en la actividad pesquera un eje en el cual desarrollar un nuevo mercado, pues también quedaba abierta la posibilidad de exportar productos marítimos, que hasta entonces había estado restringida y que por lo mismo tenía un precio bajo. Los recursos pesqueros tuvieron un despunte importante en la economía de esa República durante la década de 1990 y permitieron el mantenimiento e incluso la mejora del nivel de vida de un importante sector de la población. Para el cambio de década la actividad se estabilizó, y aunque ya no tuvo el ímpetu de los primeros años se mantuvo como actividad complementaria de la economía del lugar. A su vez, Estonia ha dirigido otra parte de sus esfuerzos económicos a las tecnologías de información, teniendo como socios principales a Suecia, Finlandia y Alemania, convirtiéndose en un país importante de ese renglón.

Otro caso, aún más dramático fue el de Georgia, República situada en el límite de Europa Oriental que no sólo tuvo que adaptarse a la transición sino que además atravesó un conflicto bélico con Rusia, así como una guerra civil y procesos de “limpieza étnica”. Todo ello impactó negativamente su economía, desplomó los estándares de vida de su población e impulsó un importante flujo migratorio hacia fuera de sus fronteras, que buscaba escapar del desempleo y la violencia. Esa conjunción de factores ha hecho que la economía de Georgia dependa en una proporción importante de las remesas (Tukhashvili y Shelia, 2012),además del turismo en torno al Mar Negro.

Como muestran los casos anteriores, las particularidades geográficas, administrativas y tecnológicas de las antiguas repúblicas soviéticas y de los países de Europa del Este determinaron la manera en que se integraron a la economía de mercado tras el desmantelamiento de la Unión Soviética.

Impacto de la transición en indicadores económicos

En general, tanto las repúblicas ex soviéticas como los países de Europa del Este sufrieron con el cambio dos efectos: un declive en su producción industrial y una recesión, es decir una disminución en su índice de Producto Interno Bruto, que en algunos casos duró un par de años, pero en otros se extendió hasta casi el final de la década de 1990 . Sin embargo, algunos investigadores han notado que ambos fenómenos fueron menos profundos y dramáticos en los países de Europa central como Polonia, República Checa, Eslovaquia y Hungría, en comparación con las nuevas repúblicas (Tomkiewicz, 2018). Probablemente, ello se debió a que ya desde antes de 1985 la URSS y los otros países soviéticos habían iniciado transacciones comerciales a nivel internacional debido principalmente a la creciente dependencia que el gigante rojo tenía de las importaciones de productos de consumo para satisfacer las demandas de la población.

Sin embargo, algunos análisis como el de Lane (2006) puntualizan que ese intercambio comercial estaba predominantemente circunscrito a los mismos países del bloque soviético y sólo un tercio de esas importaciones provenían de países capitalistas. Pero en casos como los de Polonia o Hungría, la proporción de importaciones de Occidente y las deudas contraídas con estos países habían alcanzado cifras significativas, por lo que ya en la primera mitad de los años 1980 podían apreciarse rasgos incipientes de una economía de mercado en esos sitios. Cuando llegó la desintegración de la URSS, Hungría y Polonia, como el resto de los países soviéticos pasó por una etapa transitoria, sin embargo, los efectos negativos de la misma tuvieron un índice menor en comparación con las repúblicas que constituían la ex - URSS.

Otro problema que estuvo presente en prácticamente todos los casos fue el desempleo, especialmente en los primeros años de transición. Al igual que en los fenómenos anteriores, éste fue distinto en cada país. Por ejemplo, en 1994 había una proporción de una vacante por cada 21 desempleados en Hungría, por cada 26 en Eslovaquia, por cada 75 en Polonia y por cada 85 en Bulgaria (Tomkiewicz, 2018). Sin embargo, no hubo una relación uniforme entre aquellos países que padecieron índices más altos de desempleo y aquellos cuyos niveles de vida disminuyeron de forma más notoria. Nuevamente, los países de Europa central, aunque fueron los que alcanzaron sustanciales cifras de desempleo, mostraron menos desigualdades en los índices de calidad de vida. En contraste, en algunos países donde se tomaron medidas encaminadas a evitar el desempleo, la productividad cayó, y por ende la distribución de ingresos.

En el siguiente cuadro, puedes comparar los niveles de recesión y de desempleo padecidos por los países del bloque socialista entre 1989 y lo largo de la década de 1990, recogidos por Jacek Tomkiewicz (2018). El año de referencia para cada sitio varía, pues dicho autor eligió como punto de cierre para cada sitio el último año en donde hubo registro de recesión económica.

País [año]% Recesión respecto a 1989% Desempleo respecto a 1989
Armenia [1993]56.66.3
Azerbayán [1995]6311.7
Bielorusia [1995]36.72.7
Bulgaria [1992]26.715.3
República Checa [1992]13.12.6
Estonia [1992]37.86.6
Georgia [1994]74.63.6
Hungría [1993]18.111.9
Kazajistán [1995]38.811
Kirjistán [1995]46.54.4
Letonia [1993]48.98.7
Lituania [1994]46.73.8
Moldavia [1995]61.61.4
Polonia [1991]17.812.3
Rumanía [1992]12.38.2
Rusia [1996]42.19.9
Eslovaquia [1993]24.714.14
Turkmenistán [1996]47.4
Ucrania [1997]61.561.5 2.3
Uzbekistan16.60.4

Fuente: Elaborado a partir de los cuadros incluidos en: Jacek Tomkiewicz (2018), “The labour market and income distribution in post-socialist economies - Non obvious regularities”, en: Communist and Post Communist Studies, 51, pp.315-324.

Las economías post soviéticas hoy.

Actualmente las otrora repúblicas soviéticas situadas en Europa, así como el resto de los países comunistas de Europa del Este se han integrado en muy diverso grado a la economía internacional de mercado. Algunos de ellos, a partir de 2004 se han integrado ya a la Unión Europea: República Checa, Eslovaquia, Estonia, Hungría, Letonia, Lituania, Polonia, Bulgaria y Rumania. Esos mismos países se han incorporado a la Organización del Tratado del Atlántico Norte, constituyendo así alianzas no sólo económicas sino militares, estratégicas y de defensa.

Las trayectorias de cada una de esas repúblicas ha sido muy diversa. Para algunas su separación del gigante rojo condujo a su fortalecimiento político y económico como es el caso de Rusia. En otros casos como el de Estonia, la separación implicó, tras el periodo transitorio una diversificación de su economía y un proceso de mejora de los estándares de vida de su población. Finalmente, en otros casos, como el de Georgia, el cambio trastocó el orden económico y la vida cotidiana, causando conflictos y enfrentamientos dentro y fuera de sus fronteras. Lo que queda claro en los tres casos es que tras la caída de la economía planificada de la Unión Soviética, las ex repúblicas como los ex países del bloque comunista han tenido que integrarse en la medida que les ha sido posible, a la economía globalizada que priva el contexto económico de nuestros días.

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e) Stalina) Perestroikaf) Declive del PIBg) Nueva Política Económica (NEP)c) Georgiab) Terapia de choque d) Rusia
DefiniciónConcepto

1) En los primeros años de la Unión Soviética, Lenin impulsó una especie de “capitalismo de Estado” conocido como

2) Afianzó la centralización de la economía soviética a través de los planes quinquenales, así como de una industrialización a marchas forzadas.

3) Al conjunto de medidas impulsadas por Gorbachov para orientar la economía soviética al mercado internacional se le conoció como

4) Al conjunto de estrategias consistentes en la apertura drástica al mercado, la liberalización de precios y la privatización de las empresas estatales, se le conoció como

5) Todas las ex repúblicas soviéticas como los países que formaban el bloque comunista, padecieron durante la transición el estancamiento de su producción industrial, así como una recesión que consiste en el

6) Tras los resultados poco fructíferos de la “terapia de choque” esta ex república soviética ha logrado darle nuevo aire a su economía a través del fortalecimiento del Estado y su participación en materia económica, la renovación de su industria y el aprovechamiento de la coyuntura petrolera,

7) Tras la disolución de la URSS, esta ex república ha visto mermados sus índices y su calidad de vida, entre otras cosas por el ambiente bélico que ha atravesado y los procesos de limpieza étnica dados en su interior.

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