Migraciones en el siglo XIX. El colonialismo europeo

A mediados del siglo, se encontraron yacimientos auríferos y esto provocó una fuerte corriente migratoria, hasta que los filones se agotaron y muchos inmigrantes retomaron la agricultura.

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Migraciones en el siglo XIX. El colonialismo europeo

Introducción

Lo primero a diferenciar es que la emigración europea y el colonialismo son fenómenos distintos. Una cosa es emigrar por falta de trabajo, por hambre o por persecución política, y otra es salir del país de origen para colonizar a nombre de un país europeo altamente industrializado. Los primeros migrantes, generalmente, salían en busca de trabajo, se encontraban en una situación difícil y comprometida, ya que eran candidatos a ser explotados; en contraste los segundos como colonizadores estaban en un escenario más cómodo: ellos eran los explotadores. En este texto describiremos a éstos últimos.

La migración de los colonizadores europeos

Europa, o más bien unos cuantos países europeos- los más desarrollados- se apropiaron de territorios en África, Asia y Oceanía y los colonizaron, los convirtieron en colonias, impusieron sus autoridades, dictaron medidas económicas, políticas, culturales y enviaron gente a que se arraigara en dichos territorios. Esa gente, sin embargo, estaba claramente dividida, pues era diferente alguien que llegaba como autoridad a nombre del rey o la reina, a quien lo hacía como simple futuro ciudadano en busca de tierras en donde establecerse.

Pero cuidado: no era lo mismo a ojos de los colonizadores, porque respecto a los colonizados, el mero hecho de ser blancos, cristianos, europeos, les daba una superioridad infranqueable. Frente a los colonizados, era “superior” el último de los colonos, solamente por ser colono.

Un ejemplo de colonización es el de Australia por parte de los ingleses. Primero fue un territorio prisión, donde eran enviados muchos delincuentes. Posteriormente comenzó la cría de ganado lanar, que por cierto arruinó el suelo para la agricultura.

A mediados del siglo, se encontraron yacimientos auríferos y esto provocó una fuerte corriente migratoria, hasta que los filones se agotaron y muchos inmigrantes retomaron la agricultura.

Un ejemplo distinto es el de Sudáfrica, territorio disputado por migrantes holandeses e ingleses, haciendo a un lado a los nativos de dicha región. La palabra boer con la que se conoció a los colonos holandeses, proviene de dicho idioma y significa campesino o pequeño agricultor. Desde el siglo XVII se establecieron en tierras sudafricanas, hasta que fueron desalojados por los británicos, lo que desató la llamada “guerra de los boers”, finalmente ganada por los ingleses, quienes impusieron su superioridad militar. En 1902 los boers se rindieron y la República Sudafricana quedó integrada en el Imperio británico.

Guerra de los Boers

De Van Hoepen, Pretoria, Dominio público, insert_link Wikimedia Commons.

Indochina y Argelia son dos ejemplos interesantes de colonización francesa. Veamos lo que escribe un especialista en el tema.

Colonización francesa

José U. Martínez Carreras

Los franceses en Asia: la colonización de Indochina

Los franceses, por otro lado, desde sus bases en la India iniciaron y consiguieron la conquista y colonización de Indochina. En 1787, un misionero francés, Pigneau de Behaine, llegó a un acuerdo con un príncipe annamita por el que se cedían privilegios a misioneros franceses en Cochinchina. Desde 1847 comenzaron las persecuciones de estos por el soberano de Annam, lo que motivó la intervención directa de Francia: en 1858-60 las tropas francesas ocupan el delta de Raigón, y por el tratado de 1862 entre Francia y el rey de Annam, este cede a aquella la soberanía de Cochinchina, incluido Raigón. A partir de esta región…se desarrolló la ocupación francesa del resto de Annam primero, y de los otros reinos de Indochina después: Tonkín, Camboya y Laos.

En 1874, un nuevo Tratado hace de Annam un protectorado francés y de Cochinchina una auténtica colonia. Tras la guerra franco-china de 1882-85, el Tratado de Tientsin en 1885 da a Francia la soberanía sobre Tonkín. En 1863, por otro Tratado, Francia había establecido su protectorado sobre Camboya, que es totalmente ocupada en 1886. Para administrar conjuntamente estos diversos territorios, Francia crea en 1887 la Unión Indochina integrada por la colonia de Cochinchina, y los protectorados de Annam, Tonkín y Camboya, a los que se unió en 1893, después de su ocupación, el reino de Laos, también como protectorado. Por el Tratado anglo-francés en 1896, Inglaterra reconocía el control francés sobre Laos, y se garantizaba la independencia de Siam como reino intermedio entre ambas influencias europeas, completándose así el reparto del SE. asiático, y quedando toda Indochina en lo sucesivo bajo la administración colonial francesa hasta la Segunda Guerra Mundial.

Argelia

Cuando Francia se decide a actuar en Argelia, esta se encontraba, como se ha indicado, bajo la dependencia del Imperio Turco, representando la autoridad el rey de Argel, que administraba el territorio. Desde tiempos anteriores existían relaciones comerciales entre franceses y argelinos, que desde 1827 desembocan en rivalidades y choques, que son aprovechados por el Gobierno Francés para, con el pretexto de dominar la piratería argelina en el Mediterráneo, enviar una expedición militar que invade Argel en 1830 y tras la capitulación del rey, ocupa la ciudad y parte del territorio, con lo que se inicia la conquista francesa, que continúa en varias fases: desde 1830 a 1847 con las luchas entre el general Bugeaud y el dirigente nacionalista Abd-el-Kader; y entre 1848 y 1857 con la incorporación total del territorio, aunque aún se producirán incidentes hasta 1871. La conquista fue seguida por la ocupación y la colonización estableciéndose en el país colonos europeos, y así a la fase citada de conquista y ocupación del país por los militares entre 1830 y 1870, siguió desde 1870 a 1930 la nueva fase de los colonos, con el poblamiento francés del territorio argelino.

Fuente: Martínez Carreras, J. U. (1992). Historia del colonialismo y la descolonización. (Siglos XV-XX). Madrid: Editorial Complutense.

Colonización francesa de Argelia, 1836

Dominio público, insert_link Wikimedia Commons.

La colonización revistió formas diversas, desde la dominación hasta la infiltración. Se han distinguido varios tipos de colonias:

  • Comerciales o factorías, propias de los pueblos marineros (Hong-Kong, Singapur).
  • De plantación o de explotación, que implican capitales y se constituyen para exportar productos exóticos o materias primas (la India, Java…).
  • De población, situadas bajo climas templados y que absorben la emigración blanca (Canadá, Australia).

No todas las colonizaciones tuvieron las mismas características. Mucho dependía de los territorios a conquistar o poblar, de los habitantes nativos y su organización, pero también de los pueblos colonizadores.

Los métodos de los colonizadores

René Sédillot

En el transcurso de este siglo (XIX), cada pueblo se ha comportado a su manera, de acuerdo con su carácter peculiar.

El inglés no coloniza con arreglo a un sistema preconcebido: sólo le guían el empirismo y el realismo. Es duro o benévolo según las circunstancias, autoritario o liberal según la ocasión. Sus fórmulas varían con tanta frecuencia como sea necesario: colonias de la Corona, colonias autónomas, dominios, protectorados, zonas de influencia; todos los matices de la subordinación y de la emancipación son concebibles con tal que Londres los encuentre beneficiosos y la política exterior de los países se alinee tras la del Foreign Office. A condición de evitar los cambios demasiado bruscos, Inglaterra no repugna dejar a las comunidades locales la responsabilidad que les es propia. La reina (o el rey) representada al menos por un gobernador general, asegura la unidad política del sistema, mientras que la red de grandes empresas bancarias, industriales y comerciales afirman su unidad económica.

No por orgulloso el imperialismo británico carece de flexibilidad. El estatuto de dominio, concedido al Canadá, se hace extensivo a Australia, Nueva Zelanda y Sudáfrica. Pero Inglaterra, que guarda respeto a sus colonos, admitiendo sus tendencias a la autonomía, es poco condescendiente con lo que no es anglosajón. Ha sido rigurosa con los boers. Desprecia generalmente a los “nativos”: los indios son agrupados en reservas en el Canadá como lo fueron en los Estados Unidos; los negros de Australia son casi exterminados. Por excepción, trata bien a los maoríes de Nueva Zelanda; educa a los cuadros indígenas de Nigeria. En todas partes, sin embargo, el inglés evita el mestizaje.

Su ambición, si se dedica a una carrera colonial, es transportar la madre patria bajo los cielos más exóticos: construye un “cottage” al estilo de Sussex en Kenia, toma su “breakfast” en Calcuta, su té de las cinco en las islas Fidji, su whisky en El Cabo; tiene su club de golf en Tientsin, juega al cricket en Adelaida, practica el remo en los ríos del Canadá; lleva peluca, si es juez, en Bombay. Cualquiera que sea el clima, en su equipaje lleva su indumentaria, su protocolo, colegio y empleo del tiempo. Y acaso es éste uno de los secretos de la unidad imperial: con veinte millones de ingleses repartidos a lo largo y a lo ancho de su imperio, Inglaterra se encuentra bajo todas las latitudes.

Colonización francesa de Argelia, 1836

De The Red Hat of Pat Ferrick - File:BlankMap-World-large.png and own work by uploader. Composed from maps found in:Brown, Judith (1998) The Twentieth Century, The Oxford History of the British Empire Volume IV, Oxford University Press ISBN: 0199246793.Dalziel, Nigel (2006) The Penguin Historical Atlas of the British Empire, Penguin ISBN: 0141018445., Dominio público, insert_link Wikimedia Commons.

El francés es más rígido. Su colonización es más bien doctrinal, bien que no siempre sepa exactamente qué doctrina aplica. Allí donde el inglés trabaja en lo concreto, el francés opera en lo abstracto. Prefiere un principio a un resultado. Según la escuela de la República una e indivisible, desea un imperio centralizado, uniforme, donde todos los pueblos sean asimilados al pueblo francés. No tiene el sentimiento de superioridad que anima a los anglosajones: ningún desdén para el indígena, ningún complejo racial. El francés se siente hermano del negro senegalés, del amarillo annamita. Sus escuelas están abiertas para todos: “Nuestros antepasados, los galos”. Puesto que desea la fusión, acepta la igualdad, preconiza la tolerancia. En cambio, sintiéndose profesor de libertad, no concibe que se pueda aspirar a una distinta de la que él propone. No imagina que su libertad pueda ser una prisión.

En su deseo de asimilación, trasplanta al plano imperial su gusto por las clasificaciones y los reglamentos del mismo modo que Argelia es dividida en departamentos y distritos, conforme al uso metropolitano (…) Se multiplican los engranajes administrativos y los funcionarios, como si la burocracia fuese la esencia misma de la civilización. En la cumbre, el Ministerio de Colonias, el Consejo Superior de las Colonias, la Comisión Permanente de las Colonias coronan el edificio; la Escuela Colonial forma los cuadros de una administración proliferante. Incluso allende los mares, el francés aprecia los empleos públicos, con retiros y condecoraciones.

Pese a su pasión por la uniformidad, no puede lograr que las colonias se parezcan entre sí y mucho menos que se parezcan a la metrópoli. Algunas se prestan a la población, como las viejas Antillas, la Nueva Caledonia, el África del norte. Otras, a la explotación, como la Indochina. Otras, por fin, no son más que exutorios (como la costa de los somalíes, puerta de Abisinia) o territorios de enlace (como el Sahara, entre el África del norte y el África negra). Pero en todas, incluso en los protectorados, el estatuto jurídico procura un lazo estrecho con la metrópoli: sólo deja a los indígenas sus jefes y sus prácticas a condición de que admitan la tutela del funcionario francés y reconozcan los méritos preeminentes de la República.

Mediante lo cual, también el francés transporta su patria bajo todos los cielos. Planta una avenida de plátanos o de álamos ante su granja, edifica un kiosco de música en su aldea; le proporciona una alcaldía, escuelas, mercados, baños públicos; quiere hacer el requesón al modo de su provincia, y su puesto colonial a imagen de una oficina francesa. Coloniza dentro de la lógica y la tradición.

El alemán coloniza a la manera del conquistador: seguro de la superioridad de la raza germánica, se inquieta poco por la suerte de los indígenas. Son para él “material humano”, y los territorios colonizados son bienes raíces. Expropia sin proceso.

Al igual que antiguamente los caballeros teutónicos, organiza su conquista como soldado y comerciante. A este precio, obtiene un rendimiento ejemplar.

El belga, recién llegado a la colonización, busca aún su vía: los agentes de Leopoldo, deseosos solamente de provecho, han sido brutales. Sus sucesores quieren proteger al indígena, se apoyan en las tribus, mantienen en éstas sus jefes naturales, reemplazan la prestación forzosa por el impuesto en efectivo. Su celo es a veces inhábil; sucede, en ocasiones, que disciernen mal cuáles son los jefes negros; otras veces importan al Congo sus querellas entre valones y flamencos.

El holandés prosigue su empresa en las Indias orientales y en el Caribe. Ya no es un aprendiz. Actuando sobre tierras muy pobladas, se aplica, como comerciante avisado, en obtener los resultados más positivos. Si reglamenta con precisión el trabajo de los indígenas, respeta sus costumbres: sólo a los colonos les son aplicadas las leyes metropolitanas. Los javaneses o los habitantes de la Guayana conservan sus leyes locales. En el nuevo Estatuto de las Indias, el gobernador general, designado por la Corona (por cinco años según el antiguo ejemplo español), es asistido por el Consejo de las Indias y representado por residentes y jefes provinciales; los indígenas figuran en los consejos locales.

El español es caprichoso y está libre de prejuicios; su altivez no es con frecuencia más que la orgullosa máscara de una comprensión fraternal. El portugués se complace en las uniones mixtas y el mestizaje. El italiano ensaya una resurrección del liberalismo romano.

Todos los blancos, sin olvidar al ruso ni al americano, tienen una fe ciega en la superioridad material y moral de su civilización. Concluyen de ello, sin reservas mentales, que tienen el derecho –y la misión- de ocupar la superficie de la Tierra y de propagar los beneficios de lo que el siglo XIX considera como progreso.

Fuente: René Sédillot, Historia de las colonizaciones, Barcelona, Ediciones Orbis, 1986, Biblioteca de Historia, pp. 353-355.

Conclusión

A diferencia y de manera paralela a las masivas migraciones de campesinos y obreros empobrecidos, se suscitaron una serie de desplazamientos de colonizadores provenientes de los países europeos más industrializados: Inglaterra, Francia, Alemania, Holanda y Bélgica hacia territorios en Asia, África y Oceanía. En este texto recuperamos la experiencia imperialista francesa en Indochina y Argelia así como los métodos coloniales de los diferentes países europeos, cuyas particularidades le dieron un perfil diferente a cada lugar que colonizaron y explotaron.

Autoevaluación

Instrucciones: Con base en lo estudiado en este texto y sobre todo con la revisión cuidadosa de la imagen, responde las siguientes preguntas:

  1. ¿Cuál podrías ser el título de este número la revista Simplicissimus a la que pertenece la imagen?

  2. Si el africano que está en la imagen sólo está siendo alimentado con whisky…¿a qué nación imperialista está haciendo referencia?:

  3. ¿Qué continentes está representado en la imagen?

  4. ¿Cuál es el papel del religioso?

  5. ¿Qué frase describe la imagen?

  6. Heine describe el imperialismo como:

  7. Esta imagen puede ser considerada una
    insert_link Wikimedia Commons.
    Toma de: insert_link alamy porque la imagen del libro no se observa adecuadamente: Robert Fandiño, 50 viñetas que cambiaron el mundo, Ariel.
    Autor: Theodor Heine
    Revista: Simplicissimus (Revista de sátira alemana)
    Publicado: 3 de mayo de 1904

  8. ¿Quiénes pueden ser considerados “bárbaros”?

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