Para el siglo XVI, Inglaterra ya había realizado importantes cambios en su estructura económica: mejoró la agricultura con la rotación de cultivos, impulsó una industria manufacturera de herramientas y artículos de primera necesidad cuyos excedentes se comenzaron a exportar, y su industria naval se desarrolló favorablemente. Estos factores colocaron a Inglaterra en una plataforma capitalista superior a otras naciones. Fue a finales de este siglo que la naciente potencia empezó a construir un imperio comercial y colonial que la convertirían durante tres siglos en la reina de los mares y en la potencia más rica del orbe.
Un papel importante en este proceso de consolidación del imperio, lo tuvo su reina Isabel I, hija de Enrique VIII y Ana Bolena, porque alentó la piratería en forma no oficial, ayudó a los exploradores como sir Walter Raleigh (fundador de la colonia de Virginia en América del Norte e introductor del tabaco en Europa) y sobre todo, contribuyó a la derrota de la “armada invencible” de Felipe II. Se puede afirmar que Isabel I sentó las bases del imperio inglés.

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