Holanda despunta como potencia mercantilista en el siglo XVI e inició su despliegue colonial en el oriente y en América, afectando en este último continente el dominio comercial y territorial de España, y sobre todo de Portugal. Diecisiete provincias conocidas también como Países Bajos conformaban la metrópoli holandesa. La ciudad de Ámsterdam, ya en el siglo XVI, gozaba de un sólido prestigio comercial basado en la venta de paños y otros tejidos, además de especializarse en la construcción de barcos y organizar una importante flota mercante.
Dominadas desde el siglo XVI por el imperio de Carlos V y más tarde de Felipe II, estas provincias seguidoras del protestantismo iniciaron una rebelión contra el autoritarismo del imperio español, lo que las llevó a lograr su independencia y a establecer en 1587 una república parlamentaria, la primera república de Europa.
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