La transición del feudalismo al capitalismo fue un proceso complejo y largo. En este fue notoria la correlación entre factores económicos, políticos, científicos, tecnológicos, filosóficos religiosos y artísticos. No se trató de un proceso sencillo ni exento de graves conflictos sociales.
Del siglo XI al XIII se dio un movimiento que conmovió a la sociedad medieval y que tuvo como pretexto el rescate del Santo Sepulcro en Jerusalén. Este movimiento fue el de las Cruzadas, expediciones militares europeas al Medio Oriente que movilizaron amplios sectores de la población, de tal manera que los contactos europeos con Oriente al paso del tiempo se volvieron más comerciales que militares. Los primeros comerciantes llevaban al Oriente varios productos y volvían a Europa con mercancías prácticamente desconocidas y valiosas, como sedas, porcelanas, alfombras y especias.
El incremento de la productividad agrícola y artesanal llevaba consigo el crecimiento del mercado; es decir, al mismo tiempo el desarrollo de la economía monetaria iba desplazando a la economía natural, menos dinámica. Estos fenómenos se influían recíprocamente: los excedentes de producción se vendían en las "ferias" o mercados ocasionales; al crecer el comercio, era necesario incrementar la producción. Además, fueron muchos los siervos que abandonaron las actividades agrícolas para dedicarse a la artesanía, para lo cual emigraron a las ciudades.
Algunos rasgos sobresalientes del capitalismo temprano son:
- Transformación de los patrimonios en capital para invertirlo con fines productivos.
- Racionalización y especialización del trabajo.
- Búsqueda del riesgo para obtener beneficios superiores, cierto sentido de grandeza que conduce al lujo y la ostentación y el mecenazgo.
- Desarrollo de cierta moral acomodaticia, práctica y a veces cínica.
Un sistema de intercambio importante fue el de las ferias, sobre todo hasta fines del siglo XIII. Las ferias se organizaron en todos los países, aunque con distinto tamaño e importancia. Fueron lugares de reuniones periódicas de los mercaderes, centros de intercambio, sobre todo al mayoreo. Se ubicaban casi siempre fuera de las ciudades, en cruces de caminos.

Entre las ferias más conocidas y trascendentes mencionemos las de Champaña y Troyes (Francia), mismas que se celebraban durante casi todo el año. Las más activas estaban casi a la mitad de la ruta comercial de Italia y de Provenza (Francia) hasta la costa de Flandes (Bélgica).
El intercambio comercial en las ferias de Champaña era importante desde el siglo XI, porque unía a estas con las de Flandes. Los flamencos encontraban en la feria de Champaña una salida a sus telas, que eran a su vez transportadas hacia Génova y Medio Oriente. Los mismos flamencos importaban telas de seda, orfebrerías y especias de Champaña para llevarlas a su país. Estas relaciones comerciales vía las ferias de Champaña, alcanzaron su máximo desarrollo en el siglo XIII. Era usual que se dedicara un día especial de la feria a ciertos productos (telas, pieles, joyas, etcétera.) Sin embargo, al final había transacciones de moneda y letras de cambio.